El
Centro Literario Llamarada, de Macul Santiago de Chile, sigue crepitando entre
nosotros
"Desde niña me gustó
escribir y amé la lectura. Algunos textos míos fueron publicados en la revista
del colegio. También, junto a otros compañeros de oficina, editamos la revista
"El duende Indiscreto" en Watt's y Cía, sólo con distribución dentro
de la oficina. Hoy, adulta mayor, soy creadora de historias con magia, imán de
recuerdos, trajinante de la memoria. Soy narradora 100%."
Tuvimos la intención de
aportar más datos, pero ¿habrá información más pertinente, para quien escribe,
que su obra?
Los invitamos a disfrutar
de una pequeña muestra que nos ha enviado, envuelta en una sencillez fraterna y
admirable.
Admirable, sí, porque al
recorrer la Web en busca de más placer, nos encontramos con una voz de tono
inconfundible, una voz que ha logrado atrapar, en el cepo frágil del lenguaje,
el jirón siempre sangrante arrancado al pensamiento. ¡A rastrear su producción,
amigos!
LAS HERMANAS
Llega el
otoño. Sin aspaviento, como queriendo no llamar la atención. Lo sentí temprano
esta mañana mientras regaba el jardín y la brisa fría que lo acompaña todos los
años me hizo entrar en busca de un chaleco. Como niño travieso nos pilló a
todos desprevenidos, tuve que sacar del cuarto de guardar la estufa y sacudirle
la tierra, también frazadas del closet. Anoche tuve frío.
El otoño
seduce. Es como un recién nacido, podemos estar horas deleitándonos con su
encanto. Quizás por eso, a la hora de la siesta, no pude como en días
anteriores sentarme frente al computador y trabajar en mis textos. Me quedé,
frente a la ventana, mirando cómo caían las hojas del olmo. Las fuertes se
agarran al árbol con una testarudez increíble. Son las débiles las que atraen mi
atención. Antes de pisar suelo ejecutan un último baile al compás del viento.
Es la danza de la muerte y sin embargo conmueve. Llevo rato en el espectáculo.
Dos hojas
llaman mi atención. Algo las une. Se deslizan en el aire en un ir y venir,
negando a separarse. Tarareo una melodía de Mozart siguiendo el ondular
de las hermanas enlazadas en sus tallos con trajes café marrón y ese
triste afán de despedirse en cada uno de sus movimientos. Llega una ventisca,
celosa quizás de la belleza de este instante, las arrastra, se las lleva,
lejos, muy lejos. Agudizo la vista. Antes de perderlas veo que siguen unidas,
como dos hermanas tomadas de las manos.
Llega el
otoño. Sin aspaviento, como queriendo no llamar la atención.
MAL DE AMOR
La conoció un
domingo, en un elegante jardín. Frecuentaba el lugar. Allí
conversaba con los amigos y se distraía de la rutina
semanal. Se enamoró apenas la vio en sus movimientos
sensuales entre las hojas del laurel en flor y las alegrías del hogar. La
notó inquieta, osada, besando a uno y a otros. El sol la acariciaba desde lo
alto y tuvo celos de la oportunidad que él no tendría.
Quiso acercarse. Cantarle versos de amor. Decirle cómo lloran las rosas cuando
alguien las arranca del lado de sus hermanas, de las leyendas que trae el
viento del sur en los inviernos, pero antes que pudiera escapó. Él, es de
movimientos lentos, y ella lo sabe. Por eso, coqueta, se detuvo poco más
allá y se quedó a la espera. Sin embargo, él siempre alcanza su objetivo
quiso hacerle notar; además, posee casa propia (asunto muy importante hoy en
día) y allí sería la reina.
Sus amigos se burlaron cuando lo vieron babeando mientras la contemplaba y unos
suspiros inoportunos salían de su pecho. Más de alguno prometió
presentarle una amiguita.
Se fue la tarde. Una brisa fría despeinó los olmos. Ella, riendo con sus
amigas, abandonó el jardín. Apesadumbrado, roto el encanto,
reconoció que su amor era imposible.
¡Cuándo se ha visto a un
caracol enamorado de una linda mariposa!
Marcela, siempre con tus hermosas narraciones, espero que pronto podamos ver a la luz otra publicación tuya.
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